El local se caracteriza por su profundidad, que se asocia a la circulación creando una calle interior que sirve a todos los espacios, contenedores de la obra artística. Una piel metálica acompaña con sus reflejos un recorrido que, como una serpentina, de manera sinuosa adentra en patios, espacios de trabajo, almacenes y puntos de distribución vertical.

Los dos patios, situados en los extremos, envuelven el espacio y generan un respiro, un soplo de aire, un punto de pausa en el camino. La entrada de luz hace de almohada a los espacios más cerrados donde se almacenan las obras de arte, y son también indicaciones claras de la relación vertical entre las dos plantas, tan visualmente como a nivel de circulaciones. Así pues, la luz, inmaterial, acaba dando límite al contenido, como si fuese la tela de un cuadro.

Estos patios son espacios bioclimáticos, que proporcionan confort en los espacios interiores y en las oficinas y en regulan las condiciones lumínicas, térmicas y de calidad del aire. Mientras que los espacios dedicados a almacén son espacios cerrados con mobiliario compacto y tratados con sistemas específicos de climatización, iluminación y seguridad.